"Frutillas y presos son las únicas industrias corondinas", me dijo Hugo Pot --que estuvo en Coronda durante los últimos años de la década del setenta-- una noche que fui a comer a su casa y justo había frutillas con crema de postre.
Estuvimos en el río Coronda. Nos bañábamos entre penitenciarios, que reconocimos por sus tatuajes, sus cabezas prolijas, sus movimientos pesados; uno de ellos, torpe, se tiró a buscar una pelota y cayó chapoteando entre los nenes que estaban conmigo y yo. Los otros se rieron.
--Es más bruto que mujer de preso -dijo uno, por si quedaba alguna duda.
Compramos dulce de frutilla a la vuelta para completar la tournée. Y me quedé con ganas de sacarle una foto al cartel de "Supermercado 'El recuerdo'", que está en la entrada de la ciudad (por si alguien va y me hace la gauchada).
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