batata voladora

"No sé si podré", repetía mi abuelo, mientras los hijos acomodaban el plato para recibir el pedazo de dulce de batata que él servía con cuchara-catapulta. Una lonja se quedó pegada en el techo una vez.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto me hizo a acordar al club Gimnasia y Esgrima. Cuando yo era era chico, había decenas de jaboncitos pegados al techo de las duchas. Después de bañarnos, los chicos arrojábamos hacia arriba ese pequeño jabón blanco que nos daban con la toalla. Blando de agua y vapor, el coso quedaba mágicamente estampado al techo.
Hace dos años me asocié de nuevo al club. Ya casi no van chicos. Es un club de viejos. No se ven más jaboncitos en el techo.

Brindo por los abuelos que juegan.

Saludos.

paZ dijo...

Qué bueno esto de los recuerdos en cadena. Ya tenés algo que hacer la próxima vez que vayas al club, entonces.
Supongo que a mi abuelo le tengo que agradecer sus juegos interpósita persona. Yo no lo conocí cuando era él mismo: cuando volvimos, su arteriosclerosis estaba avanzada; arrastraba los pies, era lento, no recordaba mucho, pero todavía intentaba ponerse vasos en el pecho (tipo ventosa) en medio del almuerzo o le echaba helado de dulce de leche a la costeleta de cerdo porque no podía llegar al postre tan rápido como los demás.
Era más que un abuelo juguetón un chico buscando escandalizar a mi abuela, su madre.