dos de febrero


Han venido unos amigos (fragmento) - Antoni Marí

Es a primera hora de la mañana cuando entro en la habitación.
Veo a mis padres durmiendo. El padre estirado
boca arriba con el pelo sobre la almohada,
y la madre con el brazo izquierdo abrazándolo
y con la cabeza girada hacia él
y con el cuerpo recogido como un ovillo;
un lío de sábanas que apenas dejan ver
la redondez de los cuerpos.
Tan dormidos están que no me oyen entrar en la habitación,
que no está a oscuras pero que todavía conserva
un poco de la tiniebla de la noche que acaba de pasar.
El padre, mientras duerme, deja escapar un silbido
rítmico y acompasado que sigue los movimientos del pecho,
cuando el aire entra lentamente en su cuerpo
y sale lentamente, también.
Me acerco a su rosto y me imagino cómo será
cuando esté muerto. El pensamiento me turba
porque le veo muerto y le recuerdo vivo,
recuerdo sus pasos por el pasillo
y cómo pelaba las naranjas y nos daba
un gajo a cada hijo, sentado a su lado.
Le veo muerto, aunque el silbido me avisa
de que está bien vivo y que enseguida se levantará de la cama,
nos despertará a todos
y saldrá de casa envuelto en el abrigo de cheviot y los zapatos grandes.
Ahora duerme y me gusta mirarlo ahora que no me ve.
Y pienso cómo debe haber llegado aquí, qué pensamientos
y qué sueños deben ocupar su fantasía;
qué miedos, como los míos, desde pequeño
le han perturbado el juicio, incluso ahora,
que es un hombre prudente y grande, pienso.
Siento respirar a mi madre, que suavemente
retira el brazo del pecho del padre:
con los ojos medio cerrados me mira
y ve cómo miro el sueño de su marido.
Me sonríe y me pregunta qué haces aquí,
a estas horas de la mañana.
No tenía sueño, le digo, y me aburría en la cama.
Es pronto, todavía, para levantarse.
Métete en nuestra cama, entre nosotros volveras a coger el sueño.
Doy vuelta a la cama y me meto por el lado donde ella duerme,
y me coloca entre su cuerpo y el de mi padre,
que aún duerme y parece que no ha escuchado nada.
La cama caliente me quita el frío y me acompañan
el calor de sus cuerpos y el trozo de piel
que puedo tocarles, y me duermo enseguida.
(...)
Ahora, que ya hace tiempo que los padres han muerto,
y se han ido a otro sueño, no sé si más lejano,
todavía duermo en el mismo lugar
y se me hace tan presente la apuesta matutina
que vuelvo a sentir el calor de sus brazos,
y las piernas y los movimientos adormilados
de sus cuerpos.
Traducción de Félix Romeo (publicado en Diario de Poesía - nro 81)
Imagen: Edward Hopper, Sun in empty room

No hay comentarios.: