fábula de la víbora y la lechuza

Un incendio estaba arrasando el bosque y una lechuza que lo sobrevolaba vio una víbora a punto de morir quemada. Se tiró a pique y la puso a salvo en una roca alejada. La víbora, claro, le juró reconocimiento eterno.
La vida fue volviendo poco a poco al bosque quemado. Al tiempo, la víbora decidió que ya era buen momento de comerse todas las crías de los pájaros de la zona; como quería preservar los hijos de su salvadora, se tomó el trabajo de ir a preguntarle a la lechuza cuáles eran sus hijos.
-- Hola, lechuza que me salvaste, te vengo a ver para saber cuáles son tus hijos entre todos los pichones del bosque, porque me los voy a comer a todos salvo los tuyos.
-- Ah, mi amiga sierpe, no vas a tener ningún problema en reconocerlos. Mirá, son los más lindos del bosque. Cuando veas unos muy hermosos, no los comas y chau pinela –dijo la lechuza muy relajada.
La víbora le hizo caso. Devoró huevos y pichones, hizo estragos por todos lados, salvo en el nido donde estaban los más lindos.
Cuando estaba haciendo la digestión, bien gorda y tranquila, llegó la lechuza desencajada, con las plumas hechas un revuelo y los ojos más redondos que nunca.
-- ¿Qué me hiciste, infeliz? ¡Te comiste a mis hijitos! ¡Desagradecida! –maldijo la lechuza.
-- No, mi buena lechu, no. Te hice caso, dejé los más lindos en su nido. ¿Esos amarillos esponjosos que están ahí en el abedul no son tus hijos?
Y no, los hijos de la lechuza no eran amarillos, sino blancos, bastante lampiños; la pelusa apenas les cubría todo el cuerpote desgarbado. A la única que le parecían lindos era a la madre, que ahora lloraba y se arrancaba las plumas de dolor.

Esta es una fábula que me acompaña desde los diez años, cuando agarraba una cuchara como micrófono, orientaba la luz del spot hacia mis contorsiones y mi madre aplaudía diciéndose a sí misma: “¡lechuza, lechuza!”.
La escribí tal como me acuerdo que me la contaron (¡tradición oral!) para que en algún momento la lea mi hijo, que no es ningún lampiño y no se lo comería ninguna víbora que viniera a devorar las crías de Alberdi y alrededores.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lograda la tradición oral, ampliada y perfeccionada.