libélulas (2)

¡Cumplí años! Mi mamá me consiguió unos hijos de alguien que conoce para que yo festeje con chicos. La pasamos muy bien, fuimos al zoológico y le dimos de comer a unos bambis. Después corrimos en el parque que estaba al lado: es inmenso y tiene el pasto verde intenso. Con esos chicos jugamos perseguirnos y como no podemos hablarnos nos hacemos gestos con la mano cuando estamos cansados y queremos parar.
Al volver al hotel (vivimos en un hotel de una provincia que se llama Ginebra), detrás de la cama había una caja grande. Rompí el celofán que tenía arriba y adentro había una muñeca con ropa celeste, con chupete que, si se lo sacás, llora. Le puse Lucas, como mi novio del jardín de allá. Ya tengo un mono, un perro y un bebé.
En la mesa de la recepción, somos varios chicos los que nos sentamos a dibujar, casi todos argentinos y todos dibujamos hoteles. Alguien empezó y los demás lo copiamos. Hacemos un rectángulo parado, lo dividimos en cuadrados, que son los cuartos, y ahí dibujamos camas de distintos tamaños, también hacemos los baños. Yo fui la única que dibujó el inodoro con la cadena sin tirar; creo que nadie me copió.
Hace tanto frío que mi mamá guarda la leche y la manteca detrás de la ventana. Abrir la ventana es como abrir la heladera y sacar lo que necesitás. A veces no bajamos al comedor; tomamos una taza de sopa que hace mi mamá con un sobre y agua caliente.
* * *
Estoy yendo a la escuela, es de unas monjas italianas que me dicen “María de la Güerra”. Voy todo el día, hasta me quedo a la comida de la noche, porque acá comen le souper cuando todavía es de día. Nos dan unas cerezas en almíbar muy ricas, y a veces unos cosos largos, con crema de chocolate por dentro que se llaman éclairs, pero no siempre, casi siempre hay fruta, no entiendo cómo se le puede llamar postre a eso. En el comedor hay mucho ruido y a mí me gusta taparme y destaparme las orejas con las manos, para que el ruido se haga más cortado y raro. O junto los dos pulgares con los dos índices y se hace una ventanita con las uñas que sirve para mirar todo… Cuando venimos para acá, tenemos que agarrar una ruta por la que cruzan las ardillas que viven en los árboles de los costados. Está todo lleno de hojas amarillas, rojas y marrones. Es lindo.
Cuando llueve, no salimos al patio: nos quedamos corriendo en una sala grande. Es la misma donde ponen las camitas para dormir la siesta: yo nunca puedo dormir y me quedo escuchando el ruido que hacen los aviones que pasan por arriba; es una fea sensación el ruido de avión entre el silencio, como las motos que se alejan en medio de la noche cuando no me puedo dormir. Odio dormir la siesta, pero lo que más odio de todo es ver cuando la maestra se envuelve en una manta gris y se acuesta en un banco, y yo sé que soy la única que queda despierta.
Decía que cuando llueve nos quedamos adentro y nos hacen correr a todos en círculo; es bastante aburrido. Una vez me golpeé la cabeza contra la pared porque no me di cuenta de doblar y pensé que por ahí me había quedado tonta por el golpe, pero traté de pensar en mi papá para probar si podía y me quedé con su imagen en mi cabeza un rato hasta que me puse a correr otra vez. Ese ratito duró mucho mucho tiempo.
Cada tanto me acuerdo de ese momento y trato de agarrar otra vez la imagen de mi papá, pero me parece que si pienso mucho en esa imagen se va a gastar y ya no voy a poder acordarme de mi papá. Mi papá ahora es esa imagen de un hombre alto, parado, con hombros anchos, que se va gastando cada vez que vuelve a mi cabeza. También lo dibujé en el cielo, en medio de unas nubes, con Dios y Jesús a los costados, porque ahí me dijo mi mamá que estaba, que no estaba en el parque donde fuimos a saludarlo antes de irnos (porque cuando yo le convidé, hacia abajo, un poco de mi chocolate, mi mamá me dijo que no estaba allí, que me comiera el chocolate yo). Y en el dibujo nos puse a mi mamá y a mí yendo a visitarlo, pero no se puede ir cuando uno quiere; si vas cuando querés, entonces no te encontrás con la persona que buscás. No se sabe bien cuánto, pero tengo que esperar para volver a ver a mi papá. También para ver a mi abuela Chela, que es la mamá de mi papá, pero sólo hasta que se vayan los militares. Ella me manda las revistas Billiken y Anteojito todas las semanas, y me escribe algo en las páginas del medio. Mi mamá la llama por teléfono y le mandamos postales de los lugares que visitamos.

1 comentario:

María Teresa dijo...

María de la Paz:

Sos un ser maravilloso, me encanta lo que escribís, hacés sentir lo que contás y las imágenes estremecen y abrigan.

Esto es una de las cosas importantes de las que no nos pudieron despojar, me puedo identificar con vos o con tu mamá en el sentimiento de desolación, en ese tener que alejarnos e irnos tantas veces de la gente querida y los lugares, te puedo entender y comprender.

Como nos tuvimos que adaptar a los inconvenientes y sobrevivir nos crecieron raíces aéreas y las vamos entrelazando con orgullo de pertenencia es un consuelo porque también en lo humano somos bastante persistentes. Como resurge el humor y como se comparte la alegría por eso lucharon los seres queridos
Te quiero mucho se lo voy a reenviar a mis hijas seguramente las va a conmover como a mí, que lindo poder compartir esto ¿no te parece? gracias por hacerlo posible!

Cariños
Laura