peluca y diario íntimo


Mi madre es experta en desmantelar casas de personas que murieron. Ya le tocó desarmar como cinco.
Tiene esa sangre fría de ir y empezar a ver qué sirve, qué no, qué se tira, qué se regala. No la tocan esas reflexiones sobre las rutinas interrumpidas de aquellos objetos, ni mucho menos sobre las rutinas que se interrumpirían el día que alguien elija los objetos de su propia casa.
Es una maestra de "la vida sigue y qué lindo microondas, justo a mí me falta uno" o de comprarse un mantel con flores amarillas a la salida del tribunal en el que acaba de declarar sobre el asesinato de su primer marido.
En la última clasificación de objetos ajenos, encontró una peluca rubia y una carpeta de cartulina que contenía unas hojas sueltas, algunas escritas a mano y otras mecanografiadas entre 1969 y 1975.
Era en la casa del padre de su actual marido. Longevo, su tercer suegro acababa de morir a los 98 años. La madrastra, más joven pero menos longeva, había dejado en un cajón del escritorio un diario íntimo redactado en hojas sueltas y membretadas con la rúbrica oficial de la Junta Nacional de Carnes.
Mi madre se lo trajo para dármelo ("hay que hacer algo con esto, es maravilloso cómo esta mujer se creía una heroína de telenovela"), junto con una mesa para Karina, unas sillas, un modular y el microondas que le hacía falta. La peluca rubia y pajosa imagino que la habrá tirado.

imagen: mao augello ortiz

2 comentarios:

mao dijo...

soy como tu mama: especialista en desmantelar casas y no apegarme afectvamente a los objetos. A veces lo lamento: no tendria que haber tirado X, pero sucede raramente.

Teté dijo...

Te aviso que la peluca no la tiré. Está guardada, quizás Emi la necesite para disfrazarse o alguien pueda usarla. Basta que uno la tire, para que a los pocos días ¡zás! alguien cercano no sabe cómo hacer para comprar una.