graznidos, objetos
La urraca es parienta del cuervo; no canta, grazna. Y además tiene la costumbre de afanarse objetos brillantes.
¡Que vuelva a estar este grupo cuando vaya a visitar Tecnópolis!
¡Que vuelva a estar este grupo cuando vaya a visitar Tecnópolis!
Dilema doméstico (Carson McCullers)
El jueves, Martin Meadows salió de la oficina a tiempo de tomar el primer autobús directo para su casa. Era la hora en que el resplandor violeta del atardecer se extinguía en las calles fangosas, pero al dejar el autobús la parada del centro de la ciudad ya brillaba la gran noche ciudadana. Los jueves la criada tenía la tarde libre y a Martin le gustaba llegar a casa lo más pronto posible ahora que desde el año pasado su mujer no estaba... bien. Ese jueves estaba muy cansado y, con la esperanza de que ningún viajero habitual lo escogiera para conversar, se enfrascó con atención en el periódico hasta que el autobús hubo cruzado el puente George Washington. Una vez en la carretera 9-W, Martin sentía siempre que el viaje estaba a la mitad; respiraba hondo incluso en invierno, cuando solamente estrías de corrientes cortaban el aire humoso del autobús, porque le parecía estar ya respirando el aire del campo. Solía ser en este punto cuando empezaba a descansar y pensaba con alegría en su casa. Pero en este último año la cercanía le traía sólo una sensación de tensión y no sentía prisa de terminar el viaje. Esa tarde, Martin pegaba la cara a la ventanilla y miraba los campos vacíos y las solitarias luces de los barcos del río. Había una luna pálida sobre la tierra oscura y manchas de nieve gastada y porosa; a Martin el campo le parecía esa noche vasto y desolado. Tomó el sombrero de la rejilla y se metió el periódico doblado en el bolsillo del abrigo unos minutos antes de pulsar el timbre.
lunes
Amelie-Les-Crayons : la garde robe d'elizabeth... por neomme
Otra canción que me gusta mucho d'Amélie-les-crayons (una banda francesa que se llama así, dice una versión, por los lápices que usa la cantante para sostenerse el rodete):
manos libres
Hablo sola por la calle. Temo que eso se vaya agravando con los años y que ni siquiera intente disimularlo. Cada vez me importa menos, por otra parte.
Un amigo dijo que ahora a los pensadores en voz alta nos salva la existencia del dispositivo manos libres de los celulares, aunque creo que a los habladores con manos libres más bien los deben confundir con nosotros.
A veces me hago la que canto, modulo las palabras cantándolas, como si cantar por la calle llamara menos la atención.
Hablo sola mientras lavo los platos y mi hijo me pregunta desde su cuarto: "¿Qué me dijiste, mamá?".
No, en realidad, no estoy hablando sola: estoy manteniendo una conversación anticipada.
Un amigo dijo que ahora a los pensadores en voz alta nos salva la existencia del dispositivo manos libres de los celulares, aunque creo que a los habladores con manos libres más bien los deben confundir con nosotros.
A veces me hago la que canto, modulo las palabras cantándolas, como si cantar por la calle llamara menos la atención.
Hablo sola mientras lavo los platos y mi hijo me pregunta desde su cuarto: "¿Qué me dijiste, mamá?".
No, en realidad, no estoy hablando sola: estoy manteniendo una conversación anticipada.
Imperdible y práctica guía para sobrevivir al día después.
Ducked and Covered: A Survival Guide to the Post Apocalypse de Nathaniel Lindsay en Vimeo.
la cosa perdida
Un chico que husmeaba el suelo en busca de tapitas para su colección se encuentra un día con un objeto enorme y misterioso que parece estar extraviado; decide hacerse cargo y se lo lleva. Pero no son las cosas las que están perdidas, en realidad.
Este maravilloso corto fue antes un libro; su autor, el australiano Shaun Tan, también dirigió la película.
Pueden descargarla completa aquí (corto más subtítulos)
También vale la pena echarle un vistazo al sitio oficial
¡Gracias, Hernán R., por compartirla!
Villa ilustre y fiel

En una encrucijada de caminos entre Buenos Aires, Córdoba y Asunción, una ciudad comenzó a formarse sola, indómita, desordenada. Nadie vino y plantó una bota en el barro al grito de: "Acá los fundadores venimos a fundar Rosario", no.
Empezó, a mediados del siglo XVIII, como un conjunto desordenado de ranchos de adobe y paja, alrededor de una capilla pobre, cerca de las barrancas del río Paraná.
Imagino que las carretas pararían allí a descansar y a rezarle a la Virgen del Rosario --porque ese era el nombre de la capilla, que ahora sigue en el mismo lugar pero se convirtió en catedral, con columnas y pórtico neogriego--. Eran alrededor de trescientos los habitantes fijos, que no se iban a pesar de las periódicas inundaciones que arrasaban con todo.
Para mediados del siglo XIX, ya eran tres mil, entre nativos, santafesinos, bonaerenses y algunos extranjeros.
Después de la batalla de Caseros y la victoria del federal Urquiza, se la declaró ciudad. Y su puerto se convirtió en el principal puerto de ultramar de las provincias del interior, ahora que los buques extranjeros podían navegar libremente por los ríos.
Al ritmo del crecimiento económico, también empezaron a llegar los inmigrantes: la población se triplicó en pocos años.
Mientras tanto, los dos modelos de país seguían en lucha, el centralista y el federal. Para evitar nacionalizar sus ingresos aduaneros, Buenos Aires se había constituido en un estado independiente.
Los federales intentaron invadirla en distintas ocasiones. Una vez, las tropas federales salieron desde Rosario; los veo galopando por la Ruta 9, aplastando espinillos, espantando las garzas de los bañados. Pero los seiscientos hombres fueron derrotados en la batalla de El Tala (que debe haberse llevado a cabo a mitad de camino, donde ahora hay una estación de servicio y tomamos un café, cargamos el termo y hacemos pis, cuando vamos a Buenos Aires en auto).
Luego vino la batalla de Pavón (cerca de un arroyo con ese nombre, en Santa Fe) y se terminó la Conderación: los porteños asumieron el mando.
Durante más de diez años, el Congreso insistió varias veces en promover a Rosario como Capital Federal pero los presidentes Mitre y Sarmiento lo vetaron en cada oportunidad. Así Buenos Aires defendía la concentración de poder, así ahora hay tanta gente sofocada allí. Aunque le duele al orgullo rosarino este destino de grandeza frustrado, a mí Rosario me gusta así.
Nunca entendí bien de batallas argentinas ni de bandos; supongo que es porque hice gran parte de la primaria en un país que no enseña historia en la escuela. En quinto grado, recién llegada a Buenos Aires, tuve que participar de un rito muy solemne, la jura a la bandera --con chicos más pequeños, porque mis compañeros lo habían hecho un año antes--; en ese momento me hice un esquema grosero según el cual los buenos eran los federales, los malos los unitarios, y que me permitió olvidar periódica y sistemáticamente cualquier dato relativo a un bando, a una batalla. Ahora no creo que me olvide dónde fue Pavón y que con ella se terminó la Confederación, sobre todo porque riman.
(Fuente consultada: Ciudad de Rosario, Rosario, Editorial Municipal, 2010.
La primera fotografía, de 1886, es de la bajada de la calle Buenos Aires.
La segunda, sacada por Pablo de Freijo, es de la barranca de Corrientes y el río)
La segunda, sacada por Pablo de Freijo, es de la barranca de Corrientes y el río)
Paraguay y Tucumán
Mayo, el lindo mayo,
en colectivo por Paraguay
¿quién habrá lastimado
a los sauces de la ribera?
Unas mujeres observan todo
desde la vidriera de un café
ustedes son tan lindas, chicas,
que me quedaría horas
a mirarlas conversar
pero ya cambia el semáforo
ya se aleja el colectivo
y sin embargo me clavo allá atrás
en el cartel de una tintorería
que también hace arreglos de ropa
y arriba dice “se alquila”
suben dos músicos ambulantes
uno toca el bongó
tu me quieres dejar
yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
aunque me cueste morir
busco en la cartera
dos pesos y las monedas que tengo
me gusta ese balcón selvático
de helechos y potus hacia abajo
y ese otro con el canario
ahí vive alguien solo
o a quien no le gustan las plantas
un perro mira entre barrotes
un nene tira un papel
solía andar por otra calle Tucumán
en otra ciudad
donde no se cruza con Paraguay
como en esta esquina donde me bajo
un miércoles a la tarde
en que hay mosquitos y es otoño.
gracias, guille
en colectivo por Paraguay
¿quién habrá lastimado
a los sauces de la ribera?
Unas mujeres observan todo
desde la vidriera de un café
ustedes son tan lindas, chicas,
que me quedaría horas
a mirarlas conversar
pero ya cambia el semáforo
ya se aleja el colectivo
y sin embargo me clavo allá atrás
en el cartel de una tintorería
que también hace arreglos de ropa
y arriba dice “se alquila”
suben dos músicos ambulantes
uno toca el bongó
tu me quieres dejar
yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
aunque me cueste morir
busco en la cartera
dos pesos y las monedas que tengo
me gusta ese balcón selvático
de helechos y potus hacia abajo
y ese otro con el canario
ahí vive alguien solo
o a quien no le gustan las plantas
un perro mira entre barrotes
un nene tira un papel
solía andar por otra calle Tucumán
en otra ciudad
donde no se cruza con Paraguay
como en esta esquina donde me bajo
un miércoles a la tarde
en que hay mosquitos y es otoño.
gracias, guille
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