unos zapatos rojos


Siempre que alguien me cuenta que sus zapatos nuevos le molestan, me acuerdo de una historia que escuché hace muchos años, cuando vivía en otro país.

Es la historia de dos zapatos rojos que estaban uno al lado del otro en la vidriera de una zapatería. Una mujer que pasó por allí los vio y los compró: eran muy lindos, brillosos, chatitos, ideales para ir a trabajar elegante. Ella se los puso la mañana siguiente pero no pudo caminar porque apenas intentaba dar un paso, empezaba a arrastrar los pies y se caía.
¡No había forma de avanzar con los pies metidos en esos zapatos! Así que se los sacó enojadísima y los metió en una bolsa que dejó en la basura. Un hombre se los llevó enseguida. 

–¿Cómo se puede tirar unos zapatos tan nuevos y elegantes? –se preguntó. 

Su mujer intentó usarlos pero también se caía cada vez que quería dar un paso. Antes que tirarlos –pensó–, el zapatero podría arreglarlos. Y se los regaló al zapatero del barrio, que los olvidó una larga temporada en su estantería.

Un día, se los vendió a una nena y un nene que querían disfrazarse. Tampoco ellos pudieron usarlos. 

–¡Pero qué zapatos tan testarudos! –dijeron los dos después de caerse varias veces.

Los chicos se dieron cuenta de que si se los alejaba, los zapatos volvían a juntarse muy despacio hasta quedar uno al lado del otro. Sí, eran unos zapatos testarudos: estaban enamorados y la fuerza que hacían para estar juntos impedía que quienes los usaran pudieran poner un pie delante de otro y avanzar tranquilamente.

Uno de los nenes se acordó de una vecina que siempre tenía el zapato derecho más usado. Tal vez porque tenía una pierna más corta que la otra, ella nunca adelantaba el pie derecho, sino que lo arrastraba hasta llegar a la altura del izquierdo, que era el que avanzaba.
Entonces dejaron el par de zapatos enamorados en su puerta a ver qué pasaba. Y al día siguiente la vecina fue muy elegante a la verdulería. Se miraba de reojo  en el reflejo de las vidrieras mientras caminaba. 

Los zapatos no volvieron a dar problemas. Eso sí, ahora están muy gastados porque la vecina no se los saca nunca.

graznidos, objetos

La urraca es parienta del cuervo; no canta, grazna. Y además tiene la costumbre de afanarse objetos brillantes.

¡Que vuelva a estar este grupo cuando vaya a visitar Tecnópolis!

Dilema doméstico (Carson McCullers)

El jueves, Martin Meadows salió de la oficina a tiempo de tomar el primer autobús directo para su casa. Era la hora en que el resplandor violeta del atardecer se extinguía en las calles fangosas, pero al dejar el autobús la parada del centro de la ciudad ya brillaba la gran noche ciudadana. Los jueves la criada tenía la tarde libre y a Martin le gustaba llegar a casa lo más pronto posible ahora que desde el año pasado su mujer no estaba... bien. Ese jueves estaba muy cansado y, con la esperanza de que ningún viajero habitual lo escogiera para conversar, se enfrascó con atención en el periódico hasta que el autobús hubo cruzado el puente George Washington. Una vez en la carretera 9-W, Martin sentía siempre que el viaje estaba a la mitad; respiraba hondo incluso en invierno, cuando solamente estrías de corrientes cortaban el aire humoso del autobús, porque le parecía estar ya respirando el aire del campo. Solía ser en este punto cuando empezaba a descansar y pensaba con alegría en su casa. Pero en este último año la cercanía le traía sólo una sensación de tensión y no sentía prisa de terminar el viaje. Esa tarde, Martin pegaba la cara a la ventanilla y miraba los campos vacíos y las solitarias luces de los barcos del río. Había una luna pálida sobre la tierra oscura y manchas de nieve gastada y porosa; a Martin el campo le parecía esa noche vasto y desolado. Tomó el sombrero de la rejilla y se metió el periódico doblado en el bolsillo del abrigo unos minutos antes de pulsar el timbre.
un verano lluvioso, una cabra hambrienta, el pulgar roto de un poeta danés...



(buscar en youtube la segunda parte)

¿gracias a qué azares estás vos acá?

-whistling- from louis thomas on Vimeo.

lunes


Amelie-Les-Crayons : la garde robe d'elizabeth... por neomme

Otra canción que me gusta mucho d'Amélie-les-crayons (una banda francesa que se llama así, dice una versión, por los lápices que usa la cantante para sostenerse el rodete):


manos libres

Hablo sola por la calle. Temo que eso se vaya agravando con los años y que ni siquiera intente disimularlo. Cada vez me importa menos, por otra parte.
Un amigo dijo que ahora a los pensadores en voz alta nos salva la existencia del dispositivo manos libres de los celulares, aunque creo que a los habladores con manos libres más bien los deben confundir con nosotros.
A veces me hago la que canto, modulo las palabras cantándolas, como si cantar por la calle llamara menos la atención.
Hablo sola mientras lavo los platos y mi hijo me pregunta desde su cuarto: "¿Qué me dijiste, mamá?".
No, en realidad, no estoy hablando sola: estoy manteniendo una conversación anticipada.


Los orígenes son algo que podemos elegir.

origins de Robert Showalter en Vimeo.

la cosa perdida



Un chico que husmeaba el suelo en busca de tapitas para su colección se encuentra un día con un objeto enorme y misterioso que parece estar extraviado; decide hacerse cargo y se lo lleva. Pero no son las cosas las que están perdidas, en realidad.

Este maravilloso corto fue antes un libro; su autor, el australiano Shaun Tan, también dirigió la película.

Pueden descargarla completa aquí (corto más subtítulos)
También vale la pena echarle un vistazo al sitio oficial
¡Gracias, Hernán R., por compartirla!

Villa ilustre y fiel
















En una encrucijada de caminos entre Buenos Aires, Córdoba y Asunción, una ciudad comenzó a formarse sola, indómita, desordenada. Nadie vino y plantó una bota en el barro al grito de: "Acá los fundadores venimos a fundar Rosario", no.
Empezó, a mediados del siglo XVIII, como un conjunto desordenado de ranchos de adobe y paja, alrededor de una capilla pobre, cerca de las barrancas del río Paraná.
Imagino que las carretas pararían allí a descansar y a rezarle a la Virgen del Rosario --porque ese era el nombre de la capilla, que ahora sigue en el mismo lugar pero se convirtió en catedral, con columnas y pórtico neogriego--. Eran alrededor de trescientos los habitantes fijos, que no se iban a pesar de las periódicas inundaciones que arrasaban con todo.
Para mediados del siglo XIX, ya eran tres mil, entre nativos, santafesinos, bonaerenses y algunos extranjeros.
Después de la batalla de Caseros y la victoria del federal Urquiza, se la declaró ciudad. Y su puerto se convirtió en el principal puerto de ultramar de las provincias del interior, ahora que los buques extranjeros podían navegar libremente por los ríos.
Al ritmo del crecimiento económico, también empezaron a llegar los inmigrantes: la población se triplicó en pocos años.

Mientras tanto, los dos modelos de país seguían en lucha, el centralista y el federal. Para evitar nacionalizar sus ingresos aduaneros, Buenos Aires se había constituido en un estado independiente.
Los federales intentaron invadirla en distintas ocasiones. Una vez, las tropas federales salieron desde Rosario; los veo galopando por la Ruta 9, aplastando espinillos, espantando las garzas de los bañados. Pero los seiscientos hombres fueron derrotados en la batalla de El Tala (que debe haberse llevado a cabo a mitad de camino, donde ahora hay una estación de servicio y tomamos un café, cargamos el termo y hacemos pis, cuando vamos a Buenos Aires en auto).

Luego vino la batalla de Pavón (cerca de un arroyo con ese nombre, en Santa Fe) y se terminó la Conderación: los porteños asumieron el mando.
Durante más de diez años, el Congreso insistió varias veces en promover a Rosario como Capital Federal pero los presidentes Mitre y Sarmiento lo vetaron en cada oportunidad. Así Buenos Aires defendía la concentración de poder, así ahora hay tanta gente sofocada allí. Aunque le duele al orgullo rosarino este destino de grandeza frustrado, a mí Rosario me gusta así.
















Nunca entendí bien de batallas argentinas ni de bandos; supongo que es porque hice gran parte de la primaria en un país que no enseña historia en la escuela. En quinto grado, recién llegada a Buenos Aires, tuve que participar de un rito muy solemne, la jura a la bandera --con chicos más pequeños, porque mis compañeros lo habían hecho un año antes--; en ese momento me hice un esquema grosero según el cual los buenos eran los federales, los malos los unitarios, y que me permitió olvidar periódica y sistemáticamente cualquier dato relativo a un bando, a una batalla. Ahora no creo que me olvide dónde fue Pavón y que con ella se terminó la Confederación, sobre todo porque riman.
 

(Fuente consultada: Ciudad de Rosario, Rosario, Editorial Municipal, 2010. 
La primera fotografía, de 1886, es de la bajada de la calle Buenos Aires.
La segunda, sacada por Pablo de Freijo, es de la barranca de Corrientes y el río)

laineg

"sueño con un mundo marcha atrás..."

Paraguay y Tucumán

Mayo, el lindo mayo,
en colectivo por Paraguay
¿quién habrá lastimado
a los sauces de la ribera?

Unas mujeres observan todo
desde la vidriera de un café
ustedes son tan lindas, chicas,
que me quedaría horas
a mirarlas conversar
pero ya cambia el semáforo

ya se aleja el colectivo
y sin embargo me clavo allá atrás
en el cartel de una tintorería
que también hace arreglos de ropa
y arriba dice “se alquila”

suben dos músicos ambulantes
uno toca el bongó
tu me quieres dejar
yo no quiero sufrir
contigo me voy mi santa
aunque me cueste morir
busco en la cartera
dos pesos y las monedas que tengo

me gusta ese balcón selvático
de helechos y potus hacia abajo
y ese otro con el canario
ahí vive alguien solo
o a quien no le gustan las plantas
un perro mira entre barrotes
un nene tira un papel

solía andar por otra calle Tucumán
en otra ciudad
donde no se cruza con Paraguay
como en esta esquina donde me bajo
un miércoles a la tarde
en que hay mosquitos y es otoño.

gracias, guille

Ja!

gracias a mariela mugnani, otra coleccionista de pájaros, que me regaló algunos suyos.